lunes, 3 de mayo de 2021

“Esas tradiciones facultativas”

“Esas tradiciones facultativas”
Somos ingeniería y quien lo diría, somos una facultad con toda una tradición, que se enraíza en el corazón y con los años da frutos de nostalgias que se quieren volver a vivir...

Desde el primer momento, que se pone un pie en la facultad, se va revelando esa verdad, de una de las primeras unidades facultativas de la pontificia universidad de San Carlos de Guatemala.

Desde el primer momento en ese aposento del ingenio y la creatividad, se pone frente al estudiante la pila bautismal, que te espera desde el principio y hasta el final. Es allí donde con aroma a ajo y cebolla el bautizo deja una marca como mancha de acero, en el futuro ingeniero.  En las aulas facultativas, la vanidad se va a la dariva y la humildad se empieza a integrar al conocimiento.  Pues como se dice en la facultad el 51 es suficiente lo demás es vanidad y solo quien ha pasado por la facultad se hace consciente.

Las interminables partidas de ajedrez, durante los periodos libres, que solo son interrumpidas, cuando hay que regresar al aula.  Y la forma tan particular de celebrar cuando en un examen se obtiene un 100 y los compañeros te tiran a la pila y hay que regresar empapado de felicidad a la casa.

Como olvidar, las veladas bohemias, no solo para las lecturas del boletín, sino un viernes cualquiera, en las que alguien lleva una guitarra y se ponen a cantar y algunas veces a inventar nuevas letras para esas canciones o que sean tus vacaciones el estar en la facultad acompasando un curso o adelantándolo.

O cuando hay una graduación, ir al auditorium Francisco Vela a soñar con los ojos abiertos, el día en que uno se vista de sepulturero y le digan al mundo entero que uno ya es ingeniero, aunque apenas se esté en primer semestre. También esa presión de fines de semestre, pues no hay curso que no cueste y exija del estudiante lo mejor de él, al punto de estudiar desde que sale el sol hasta el anochecer y luego irse a dormir soñando que se resuelven las ecuaciones y despertar a medio sueño inspirado a resolver las asignaturas pendientes.

Quien puede olvidar, esa forma tan ingeniosa de abrir el desfile de la Huelga de Dolores, donde sin tractores, los estudiantes de ingeniería dicen presente, despertando la admiración de la gente por sus ingeniosas carrozas.

Pero indiscutiblemente, el día del examen general privado, deja algo claramente marcado y es que para ser ingeniero, no solo hay que aprobar curso tras curso, se tiene que haber desarrollado criterio y eso no lo da por si sola la información, pues es un proceso de selección. Y así después de más de 12 horas de examen, te leen el acta, si no aprobaste, tendrás que sobre ponerte y volver a intentarlo, pero si lo lograste, te espera la pila, los cohetillos, anunciando como trompetas tu victoria y un octavo de licor te ayudará a treparte a la gloria.

El proceso de tesis a veces suele ser un dolor de cabeza, pues los revisores siempre encuentran una mosca en la mesa, pues la sopa aún no está lista y allí vas de revisión en revisión, que es peor que andar de avión en avión.

Hasta que llega el día, de la graduación y te pones el traje de sepulturero y quisieras celebrarlo con el mundo entero, porque aquello no ha sido solo una meta, ha sido un camino que ha marcado tu  destino.

Pasa el tiempo y un día decides regresar y vas a cada lugar, de esa facultad que te dio más que números y conocimientos, pues le puso cimientos a tu vida y te dices para tus adentros: Que hermoso fue ser estudiante de ingeniería.
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#Facultaddeingenieria 

 

***Vestidos de sepultureros”