A esos estudiantes,
que hoy son roca sin pulir,
pero que un día brillaran
como diamantes...
Si, a esos estudiantes,
que cuando están
en el escritorio,
no los asustan aquellos
que hacen de la vida
un supositorio
y con el poder un purgatorio.
Esos que sueñan con
los ojos abiertos
y que saben que en
la vida no se deja
de aprender
y por eso al graduarse
no les da por joder.
A esos estudiantes,
que siguen las huellas
de nuestros ancestros,
astrónomos, matemáticos,
médicos y exploradores
del universo.
A esos les tengo admiración,
porque no tiene en venta
sus ideales, ni los regalan
a cambio de una ovación;
porque son esos ideales
su sol, ese que siempre
va frente a ellos.
Esos que los hace sudar
y con entusiasmo
a la faena enfrentar,
pues aunque parezcan
inalcanzables, llegará
el día en que sean realizables.
Por eso admiro a los estudiantes,
pero no a los que estudian
para ganar un examen,
sino a los que aprenden,
para enseñar a otros...
Admiro a los estudiantes,
pero no a los elitistas,
que con lo poco que sabe
son tan despotas y egoístas...
Admiro a los estudiantes,
que le dan a mi pueblo
una canción, para alegrar
el corazón; que escriben poesía
con versos de inmortalidad,
pues han descubierto esa verdad.
Verdad que sale de los labios
del humilde, verdad que ilumina
el camino hacia la liberta,
ese supremo bien universal.
“Id y enseñad a otros”
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